Por el Padre Rector Jorge William Hernández Díaz S.J.
La literatura nos ofrece una excelente oportunidad de adentrarnos en la historia de la humanidad. La vida de nuestro Dios no queda al margen de esta riqueza. Los dichos y hechos de la vida de Jesús de Nazaret nos encienden la espiritualidad hasta el punto de desear profundamente vivir unidos y en oración con el Resucitado.
La Cuaresma, que iniciamos el miércoles de ceniza, podemos entenderla como uno de los mejores momentos para experimentar esta cercanía que provoca Dios en nuestras vidas. Hacer una pausa y descubrir la oferta de mirar al futuro con esperanza no tiene ningún costo material, más bien provoca en los hijos e hijas del Señor la posibilidad de soñar, vivir alejado de la culpa y salir de la esclavitud del pecado.
Seguro te preguntas cómo puede ser esto y te descubres escéptico, no crees que la alegría y la paz pueden reinar en tu vida, en tu familia y en tu comunidad. Recuerda que no estás solo y que otros han hecho el camino. Desde el año 1961, la comunidad educativa Loyola celebra cada año esta fiesta de Dios, el ayuno, la oración, los sacramentos y vivir en comunidad son el camino que te hará ver todas las cosas nuevas.
No te pierdas este regalo, busca un rincón, respira profundo y pide a Dios que tú deseas abrir tu corazón bien grande para sacar un tiempo de calidad con Él. La Virgen María, Madre de la Altagracia, caminó junto a su Hijo Jesús, ella experimentó el amor de tal manera que pudo acompañar a Jesús hasta la Cruz, pero el regalo más grande que recibió fue descubrir a su Hijo Resucitado, por la Alta Gracia de Dios. Desde ese día la Cuaresma nos hace a todos más hermanos.
Dios les bendiga.